miércoles, 14 de febrero de 2024

La Luna y el Sol

 La Luna y el Sol


Érase una vez, en un mundo muy lejano, dos astros que se amaban con locura. Ellos eran la luna y el sol, los reyes del cielo y la luz. Sin embargo, su amor era imposible, pues nunca podían estar juntos. El sol reinaba de día, y la luna de noche. Solo se veían al amanecer y al atardecer, cuando se daban un breve beso en el horizonte.


Un día, la luna decidió que no podía soportar más la separación. Le pidió al sol que huyeran juntos, que dejaran su mundo y buscaran otro donde pudieran vivir felices. El sol, que también la amaba con todo su ser, aceptó el plan. Esperaron a que llegara el momento del eclipse, cuando la luna se interponía entre el sol y la tierra, y aprovecharon para escapar.




Pero su fuga no pasó desapercibida. Los demás astros se dieron cuenta de que la luna y el sol habían desaparecido, y se alarmaron. Sin ellos, el mundo se quedaría sin luz ni vida. Los astros decidieron enviar a las estrellas a buscarlos, y les ordenaron que los trajeran de vuelta.




Las estrellas, que eran las hijas de la luna y el sol, obedecieron a regañadientes. Ellas querían que sus padres fueran felices, pero también sabían que su deber era mantener el equilibrio del universo. Así que se pusieron en marcha, siguiendo el rastro de luz que dejaban la luna y el sol.




La luna y el sol, mientras tanto, viajaban por el espacio, buscando un lugar donde asentarse. Pero no encontraban ningún mundo que les gustara. Todos eran demasiado fríos, o demasiado calientes, o demasiado oscuros, o demasiado aburridos. Además, se sentían culpables por haber abandonado su mundo, y por haber dejado solas a sus hijas. Empezaron a dudar de su decisión, y a extrañar su hogar.



Finalmente, las estrellas los alcanzaron, y les rogaron que volvieran. Les dijeron que el mundo los necesitaba, que sin ellos todo se moriría, que sus hijas los echaban de menos. La luna y el sol se miraron con tristeza, y comprendieron que no podían ser egoístas. Aunque se amaban, tenían una responsabilidad con el universo. Así que aceptaron volver, pero con una condición: que las estrellas les permitieran verse al menos una vez al año, durante el eclipse.



Las estrellas accedieron, y así se hizo. La luna y el sol regresaron a su lugar, y el mundo recuperó su luz y su vida. Y cada año, cuando se producía el eclipse, la luna y el sol se abrazaban con pasión, y las estrellas los rodeaban con su brillo, formando un espectáculo maravilloso para los ojos de los mortales.





Y así fue como la luna y el sol vivieron su amor imposible, pero eterno, entre el cielo y la tierra.


¡Colorín colorado este cuento se ha acabado!


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