¡El aire frío de diciembre ya se sentía en Suba! La pregunta, como un
eco persistente, resonaba en las mentes de los atletas: ¿Tibacuy o Chía? ¿La
majestuosidad de la montaña o la explosiva velocidad del asfalto? Finalmente,
la llamada de Tibacuy, esa montaña sagrada, cuna de historias de superación y
desafíos épicos, resonó con más fuerza. Su belleza natural y sus desniveles
imposibles atraían como un imán a veteranos y novatos por igual.
Susana
Betancurt, la líder incansable de atletas por Suba, se puso al frente de la
logística, gestionando transporte y coordinando al creciente grupo. La emoción
se palpaba en el ambiente; los entrenamientos se intensificaban, los pulmones
ardían con cada zancada. ¡Los 30 kilómetros desde Boquerón hasta Tibacuy los
esperaban!
En la
línea de salida, la presencia del alcalde y la impecable organización
sorprendieron a todos. ¡La carrera, ya de por sí especial, se había superado a
sí misma! La calidez de su gente y el espíritu festivo inundaban el ambiente.
¡El conteo regresivo comenzó! Cinco, cuatro, tres, dos, uno… ¡La avalancha
humana se lanzó a conquistar la montaña! Atletas élite de renombre nacional e
internacional se mezclaban con los corredores recreativos, todos unidos por la
misma pasión.
Los
primeros kilómetros, bajo el sol radiante, eran una fiesta. La naturaleza
abrazaba a los corredores, invitándolos a la reflexión. Los caminos se
adornaban con árboles frutales, ¡mangos maduros caían como una alfombra de
honor! A medida que ascendían, las montañas se entrelazaban, guiándolos hacia el
majestuoso cerro Quinini. ¡Allí, la magia se desató! Árboles milenarios
custodiaban el lugar, y una lluvia suave refrescó a los atletas, creando una
atmósfera irreal.
La bajada,
sin embargo, exigía precaución. El suelo resbaladizo ponía a prueba a los corredores,
pero para los más competitivos, ¡era un desafío más! Bajaban como torbellinos,
algunos tropezando y resbalando, pero riendo a carcajadas, disfrutando como
niños bajo la lluvia, ¡bañados en barro y pura adrenalina!
En la
categoría élite femenina, Ginary Camargo lideraba con un ritmo impresionante,
seguida de cerca por Sindy Rodríguez de Atletas por Suba y Adriana Chivata. ¡La competencia era
feroz! En la masculina, Andrés Ruiz Malaver volaba sobre las pendientes,
marcando un ritmo sobrenatural de 3 minutos 58 segundos por kilómetro,
¡llevándose la corona! Wilson Saenz y William Rodríguez lo seguían en el podio.
El equipo
Atletas por Suba también brilló con luz propia. En la categoría máster
femenina, Adriana Romero se coronó campeona, seguida por Susana Betancur, la
líder del equipo, y Neira de Atletas por Suba, quien debutaba en la distancia con un tercer puesto
que la llenaba de orgullo. ¡Un debut soñado!
Pero la
verdadera alma de la carrera estaba en los corredores amateurs. Marlen, del
grupo Atletas por Suba, corría con una fuerza admirable, superando a varios
corredores. Sin embargo, en las alturas del Quinini, algo cambió. Sus fuerzas
comenzaron a flaquear. Los últimos kilómetros se convirtieron en una agonía.
¡La meta parecía inalcanzable! Pero Marlen, con una mentalidad inquebrantable,
se repetía: “¡Todo mi esfuerzo tiene que valer la pena!”. Y entonces, la vio:
la imponente montaña de Tibacuy, con sus letras gigantes al estilo Hollywood.
“¡Valió la pena!”, pensó al cruzar la meta, antes de desplomarse, exhausta. La
organización la atendió de inmediato, y poco a poco se recuperó.
No fue la
única. Varios corredores llegaron descompensados, víctimas del clima
implacable. Algunos convulsionaban, otros sufrían los estragos del cambio
brusco de temperatura. Tibacuy, una joya de la naturaleza, una maravilla que
exige respeto. Una montaña que recompensa a los valientes, pero que también
castiga a quienes osan desafiarla sin la debida preparación. Una carrera que
dejó una huella imborrable en cada uno de los participantes.

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