Había una vez, en un mundo muy lejano, en la tranquila ciudad
de Tunja, donde los vientos andinos susurran historias de campeones, Cindy
Runner brillaba como un cometa. Su reciente victoria en el campeonato nacional
había encendido los corazones de su comunidad. Ahora, un desafío aún mayor aguardaba:
representar a Colombia en el Campeonato Suramericano de Trail en Villa La
Angostura, Argentina.
El
vuelo de la esperanza
Con una mezcla de
emoción y nervios, Cindy abordó el vuelo que la llevaría al sur del continente.
Sin embargo, la realidad fue menos glamorosa de lo esperado. Las sillas del
avión apenas se inclinaban, y las seis largas horas de viaje parecían un
preámbulo incómodo. Al llegar al hotel, la situación no mejoró mucho: un
hospedaje remoto, en medio de las montañas, alejado de la comodidad y la
organización que un evento de tal magnitud demandaba.
La encargada de la
delegación colombiana, una veterana del trail running con títulos
internacionales, no mostró el nivel de diligencia esperado. Distracciones y
desinformación marcaron la pauta, dejando a los atletas, incluyendo a Cindy,
desprovistos de una dieta adecuada y un plan técnico claro.
El
día de la batalla
La mañana de la carrera
amaneció con lluvia torrencial. En la línea de salida, las delegaciones internacionales
lucían equipamiento de última tecnología: chaquetas térmicas, bastones
ergonómicos, zapatillas de alta gama. Cindy, en cambio, vestía el uniforme
entregado por la federación: un top y un pantalón corto más adecuado para el
calor del Caribe que para las gélidas cumbres argentinas.
"¡No
importa!", pensó con determinación. "Hoy corro por los colores de mi
bandera."
La carrera comenzó como
un torbellino, con las atletas lanzándose como gacelas sobre el terreno
fangoso. Cindy avanzaba con estrategia, guardando energías para las zonas más
difíciles. Sin embargo, la falta de una dieta adecuada pronto le pasó factura.
La fatiga se intensificó, y al cruzar un río helado, el frío caló hasta sus
huesos.
“¡Huy
juepucha, esto está congelado!” exclamó, sacando una sonrisa entre las
competidoras que, en un gesto de solidaridad, la ayudaron a cruzar.
Un
espíritu inquebrantable
A pesar de todo, Cindy
no se rendía. Los gritos de aliento de espectadores y rivales resonaban en sus
oídos: “¡Vamos, Colombiana, no te rindas!” Las atletas suramericanas le
ofrecieron geles energéticos y palabras de ánimo. "Esto no es solo una
competencia", pensó Cindy, "es un encuentro de hermandad".
A mitad de la carrera,
la situación se tornó aún más difícil. Uno de los atletas colombianos sufrió un
cuadro de hipotermia. Cindy, al verlo, le dedicó unas palabras de aliento antes
de seguir. Atletas venezolanos acudieron en su ayuda, demostrando que la unión
suramericana trasciende cualquier rivalidad.
El paisaje, majestuoso
como un cuadro divino, parecía darle fuerzas. Las montañas nevadas brillaban
bajo la tenue luz del día, recordándole por qué estaba allí: no solo por la
medalla, sino por el amor al deporte y la naturaleza.
El
final de la travesía
Con el estómago vacío y
las piernas pesadas, Cindy llegó al tramo final. Sus compañeras peruanas, que
se habían perdido en la ruta, la alcanzaron y le ofrecieron apoyo moral. Al
llegar al último kilómetro, el camino pavimentado anunciaba el fin del sufrimiento.
Los aplausos de los espectadores la impulsaron, y, con una última explosión de
energía, cruzó la meta en el puesto 17.
La delegada de la
federación, atónita, no podía creer que Cindy hubiera terminado la carrera.
Pero la euforia de la victoria no logró apaciguar la indignación de Cindy.
"¡No me voy hasta que coma bien!", exclamó. La organización,
conmovida por su hazaña, le ofreció comida caliente y un lugar para
descansar.
Cuando la delegada
intentó justificar su ineficiencia, Cindy, con temple de acero, respondió:
"Esto no es
adaptarse. Esto es falta de compromiso. Si yo logré terminar, fue gracias a mi
esfuerzo y a la solidaridad de los demás atletas, no por su apoyo."
Lecciones
de la montaña
Mientras regresaba al
hotel, Cindy reflexionaba. "Esto me enseñó a confiar en mí misma, a
valorar los gestos de hermandad y a aprender que los desafíos no solo prueban
tu cuerpo, sino tu carácter."
Aunque no subió al podio, Cindy regresó a Colombia como una campeona del espíritu. Su historia resonó
entre atletas y aficionados, convirtiéndose en una leyenda que inspiraría a
muchos a no rendirse, sin importar cuán empinada sea la montaña. "Y colorín colorado, este cuento es regalado".
Nota:
Historia fantástica, cualquier padecido con la realidad es pura coincidencia.
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