Francis Lozano. El nombre resuena con
la cadencia de una zancada firme, con la libertad de un derrape controlado, con
la precisión de una volea imparable. Pero antes de ser el corredor que devora
kilómetros con una sonrisa, Francis fue el alma rebelde sobre ruedas. El
patinaje no era solo un deporte; era un manifiesto. En los años dorados del
patín, cuando las calles se convertían en pistas de libertad, Francis se deslizaba
sorteando andenes como quien esquiva el tedio, saltando obstáculos con la
euforia de un niño que descubre el mundo. Aquellos años forjaron su espíritu
indomable, la capacidad de encontrar la alegría en el movimiento, en la
superación lúdica de los impedimentos. Era la rebeldía sana, el gozo puro de
sentirse vivo sobre ruedas, con el viento en la cara y el asfalto bajo sus
pies.
Pero Francis es un hombre de pasiones
múltiples, un explorador innato del potencial de su propio cuerpo. De las
ruedas pasó a la raqueta, y en la cancha de tenis se transformó en un estratega
de reflejos felinos. No había revés que pudiera con él, cada golpe de volea era
un jaque mate que dejaba al rival desorientado, preguntándose de dónde venía
tanta precisión y potencia. Era el maestro de la anticipación, el arquitecto de
puntos imposibles, siempre con esa misma sencillez que lo caracteriza,
disfrutando cada partido como si fuera un baile estratégico.
Lo fascinante de Francis es su
sencillez. A pesar de su destreza deportiva en múltiples disciplinas, vive sin
complicaciones, integrando el deporte como una extensión natural de su ser. Y
esta fluidez no se limita al ámbito físico; en el mundo de los números, Francis
es igualmente un virtuoso. Un maestro contable cuyas habilidades son tan
reconocidas que las ofertas laborales llueven sin cesar. Es esta combinación
inusual de disciplina atlética y agilidad mental lo que lo convierte en un
personaje único, un hombre que navega la vida con la misma soltura con la que
se mueve en una cancha o sobre el asfalto.
La magia del running llegó a su vida
casi como un susurro familiar que se convirtió en un eco ensordecedor.
Influenciado por los suyos, Francis empezó a probar distancias: 10 km, 15 km,
21 km. Y fue en la media maratón donde encontró su verdadera tribu, su pasión
más profunda. Este deporte lo atrapó de tal forma que hoy cuenta sus
participaciones en la Media Maratón de Bogotá no en unidades, sino en docenas:
doce años consecutivos sintiendo el rugido de la capital bajo sus zancadas. Pero
la sed de kilómetros no se sacia solo en la altura; la llamada del mar Caribe
lo ha llevado a la isla de San Andrés, donde ha desafiado los 33 km de la
"Vuelta a la Isla" en repetidas ocasiones, abrazando la brisa marina
y el paisaje tropical con cada paso.
Aunque la isla y la media maratón de
Bogotá tienen un lugar especial en su corazón, la distancia de 21 km es su
favorita. Casi cada fin de semana, no importa la ciudad, Francis está allí,
listo para devorar kilómetros y cruzar la meta una y mil veces. Su preparación
es a conciencia, meticulosa, pero su filosofía de carrera es radicalmente
opuesta a la obsesión por los números que rige a muchos. Para Francis, no
existe la competitividad feroz, los umbrales asfixiantes, los ritmos impuestos
por un reloj. Él corre a sensaciones. Su cuerpo y su mente son su único guía,
un diálogo interno que le marca el paso, un ritmo "tuntún" que es
solo suyo y que lo lleva a la meta disfrutando del camino.
Y así llegamos al sábado 12 de abril
de 2025. La noche en Giratdot, la "ciudad de las Acacias", se
presentaba cálida, con el termómetro marcando 28 grados, un desafío adicional
para cualquier corredor. La Color Race Giratdot 2025 marcaba el esperado
regreso del atletismo a la ciudad, ofreciendo distancias para todos: 5km y 10km
recreativas, y una tentadora, aunque restrictiva, carrera competitiva de 15km.
Restrictiva porque, según la organización, no permitían la participación de
corredores veteranos de edades avanzadas. Pero subestimar a Francis y a otros
atletas master con la vitalidad de un adolescente sería un error mayúsculo. Con
la misma astucia con la que sortea obstáculos en la vida y en la pista,
Francis, junto a varios camaradas de ruta, se las arregló para conseguir su
número dorsal y su kit de competencia. Estaban listos.
En la línea de partida, miles de
corredores bullían con energía, dispuestos a desafiar el calor y el exigente
recorrido. Finalmente, la bocina dio la señal. La carrera de 15 km consistía en
dos vueltas a un circuito "rompe piernas" con llegada a la
emblemática Plaza Bolívar. El camino serpenteaba entre subidas y bajadas, con
ramplas de inclinación considerable que ponían a prueba hasta al más preparado.
La primera vuelta fue un testimonio
de la experiencia de Francis. Mientras muchos jóvenes entusiastas salieron
disparados a ritmos insostenibles, sucumbiendo rápidamente al bochorno y las
exigentes ramplas, Francis encontró su ritmo. Con la brisa fresca proveniente
del río Magdalena acariciando su rostro, mantuvo un paso constante, una
velocidad inquebrantable. Con su "pasito tuntún", empezó a sobrepasar
a esos corredores que habían partido como cohetes. El público, conocedor o
simplemente admirado por su aplomo, empezó a animarlo. Había algo magnético en
ese corredor veterano que avanzaba con una determinación tranquila, sin
aspavientos, simplemente disfrutando de cada zancada a pesar de la dificultad
del circuito.
La segunda vuelta fue una
confirmación. Mientras otros luchaban contra los calambres, el agotamiento y la
frustración, Francis seguía su marcha inalterable. Su experiencia en
innumerables carreras, su capacidad para escuchar a su cuerpo y correr a
sensaciones, lo distinguían. Llegó a la meta en la Plaza Bolívar como lo que
era: un campeón. No importaba su edad según las restricciones iniciales;
Francis Lozano es de esa estirpe de atletas veteranos hechos de un material
especial. Cruzó la meta no exhausto, sino como si acabara de dar un paseo por
el parque, marcando un registro admirable, un recordatorio de que la verdadera
competitividad reside en la superación personal y en el amor incondicional por
el deporte. Y así, con la satisfacción reflejada en el rostro, Francis Lozano,
el hombre que domina los números y devora kilómetros, celebró una vez más la
alegría simple y profunda de cruzar la meta, a su ritmo, a su manera,
demostrando que la pasión no entiende de edades ni de límites impuestos.
Creador de Contenidos


.gif)
No hay comentarios:
Publicar un comentario