sábado, 19 de abril de 2025

El ritmo inconfundible de Francis Lozano una vida devorada a zancadas y sueños

Atleta: Francis Lozano Hurtado


Francis Lozano. El nombre resuena con la cadencia de una zancada firme, con la libertad de un derrape controlado, con la precisión de una volea imparable. Pero antes de ser el corredor que devora kilómetros con una sonrisa, Francis fue el alma rebelde sobre ruedas. El patinaje no era solo un deporte; era un manifiesto. En los años dorados del patín, cuando las calles se convertían en pistas de libertad, Francis se deslizaba sorteando andenes como quien esquiva el tedio, saltando obstáculos con la euforia de un niño que descubre el mundo. Aquellos años forjaron su espíritu indomable, la capacidad de encontrar la alegría en el movimiento, en la superación lúdica de los impedimentos. Era la rebeldía sana, el gozo puro de sentirse vivo sobre ruedas, con el viento en la cara y el asfalto bajo sus pies.

Pero Francis es un hombre de pasiones múltiples, un explorador innato del potencial de su propio cuerpo. De las ruedas pasó a la raqueta, y en la cancha de tenis se transformó en un estratega de reflejos felinos. No había revés que pudiera con él, cada golpe de volea era un jaque mate que dejaba al rival desorientado, preguntándose de dónde venía tanta precisión y potencia. Era el maestro de la anticipación, el arquitecto de puntos imposibles, siempre con esa misma sencillez que lo caracteriza, disfrutando cada partido como si fuera un baile estratégico.

Lo fascinante de Francis es su sencillez. A pesar de su destreza deportiva en múltiples disciplinas, vive sin complicaciones, integrando el deporte como una extensión natural de su ser. Y esta fluidez no se limita al ámbito físico; en el mundo de los números, Francis es igualmente un virtuoso. Un maestro contable cuyas habilidades son tan reconocidas que las ofertas laborales llueven sin cesar. Es esta combinación inusual de disciplina atlética y agilidad mental lo que lo convierte en un personaje único, un hombre que navega la vida con la misma soltura con la que se mueve en una cancha o sobre el asfalto.

La magia del running llegó a su vida casi como un susurro familiar que se convirtió en un eco ensordecedor. Influenciado por los suyos, Francis empezó a probar distancias: 10 km, 15 km, 21 km. Y fue en la media maratón donde encontró su verdadera tribu, su pasión más profunda. Este deporte lo atrapó de tal forma que hoy cuenta sus participaciones en la Media Maratón de Bogotá no en unidades, sino en docenas: doce años consecutivos sintiendo el rugido de la capital bajo sus zancadas. Pero la sed de kilómetros no se sacia solo en la altura; la llamada del mar Caribe lo ha llevado a la isla de San Andrés, donde ha desafiado los 33 km de la "Vuelta a la Isla" en repetidas ocasiones, abrazando la brisa marina y el paisaje tropical con cada paso.

Aunque la isla y la media maratón de Bogotá tienen un lugar especial en su corazón, la distancia de 21 km es su favorita. Casi cada fin de semana, no importa la ciudad, Francis está allí, listo para devorar kilómetros y cruzar la meta una y mil veces. Su preparación es a conciencia, meticulosa, pero su filosofía de carrera es radicalmente opuesta a la obsesión por los números que rige a muchos. Para Francis, no existe la competitividad feroz, los umbrales asfixiantes, los ritmos impuestos por un reloj. Él corre a sensaciones. Su cuerpo y su mente son su único guía, un diálogo interno que le marca el paso, un ritmo "tuntún" que es solo suyo y que lo lleva a la meta disfrutando del camino.

Y así llegamos al sábado 12 de abril de 2025. La noche en Giratdot, la "ciudad de las Acacias", se presentaba cálida, con el termómetro marcando 28 grados, un desafío adicional para cualquier corredor. La Color Race Giratdot 2025 marcaba el esperado regreso del atletismo a la ciudad, ofreciendo distancias para todos: 5km y 10km recreativas, y una tentadora, aunque restrictiva, carrera competitiva de 15km. Restrictiva porque, según la organización, no permitían la participación de corredores veteranos de edades avanzadas. Pero subestimar a Francis y a otros atletas master con la vitalidad de un adolescente sería un error mayúsculo. Con la misma astucia con la que sortea obstáculos en la vida y en la pista, Francis, junto a varios camaradas de ruta, se las arregló para conseguir su número dorsal y su kit de competencia. Estaban listos.

En la línea de partida, miles de corredores bullían con energía, dispuestos a desafiar el calor y el exigente recorrido. Finalmente, la bocina dio la señal. La carrera de 15 km consistía en dos vueltas a un circuito "rompe piernas" con llegada a la emblemática Plaza Bolívar. El camino serpenteaba entre subidas y bajadas, con ramplas de inclinación considerable que ponían a prueba hasta al más preparado.

La primera vuelta fue un testimonio de la experiencia de Francis. Mientras muchos jóvenes entusiastas salieron disparados a ritmos insostenibles, sucumbiendo rápidamente al bochorno y las exigentes ramplas, Francis encontró su ritmo. Con la brisa fresca proveniente del río Magdalena acariciando su rostro, mantuvo un paso constante, una velocidad inquebrantable. Con su "pasito tuntún", empezó a sobrepasar a esos corredores que habían partido como cohetes. El público, conocedor o simplemente admirado por su aplomo, empezó a animarlo. Había algo magnético en ese corredor veterano que avanzaba con una determinación tranquila, sin aspavientos, simplemente disfrutando de cada zancada a pesar de la dificultad del circuito.

La segunda vuelta fue una confirmación. Mientras otros luchaban contra los calambres, el agotamiento y la frustración, Francis seguía su marcha inalterable. Su experiencia en innumerables carreras, su capacidad para escuchar a su cuerpo y correr a sensaciones, lo distinguían. Llegó a la meta en la Plaza Bolívar como lo que era: un campeón. No importaba su edad según las restricciones iniciales; Francis Lozano es de esa estirpe de atletas veteranos hechos de un material especial. Cruzó la meta no exhausto, sino como si acabara de dar un paseo por el parque, marcando un registro admirable, un recordatorio de que la verdadera competitividad reside en la superación personal y en el amor incondicional por el deporte. Y así, con la satisfacción reflejada en el rostro, Francis Lozano, el hombre que domina los números y devora kilómetros, celebró una vez más la alegría simple y profunda de cruzar la meta, a su ritmo, a su manera, demostrando que la pasión no entiende de edades ni de límites impuestos.



Resultados de carrera en el siguiente link



Creador de Contenidos

 


 

 

 

 

 

 

 

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Diciembre menos natilla, más memoria

  Ah, diciembre. Ese glorioso mes donde Colombia entra en un coma diabético colectivo inducido por la natilla, el buñuelo y el aguardiente...