domingo, 17 de agosto de 2025

El legado de Yerliz Dalas, sonrisa invencible

 

                                                            Profesora:  Yerliz Dalas 


En el corazón del sureste venezolano, en la vibrante Ciudad Bolívar, nació Yerliz Dalas, una mujer cuyo espíritu guerrero y afán por el conocimiento la llevaron a convertirse en una profesora reconocida de atletismo y deportes. Desde joven, Yerliz soñaba con llevar el bienestar a través del deporte a todos aquellos que la rodeaban. Pero la vida, con su impredecible cauce, la impulsó a buscar nuevos horizontes más allá de sus tierras natales.

 

La crisis económica en Venezuela fue un vendaval que la obligó a empacar su pasión y esperanza para aterrizar en Bogotá, Colombia. Allí, en la capital, los días se teñían de incertidumbre y las calles se vaciaban con la llegada de una pandemia que paralizó al mundo entero. La gente encerrada en sus hogares comenzó a redescubrir la importancia del movimiento y la vida saludable, y el atletismo, con su pureza y practicidad, comenzó a florecer con renovado interés.

 

Yerliz encontró en la localidad de Suba un refugio y un llamado. Observando cómo las personas salían a correr, decidió brindar sus conocimientos de manera desinteresada. En el parque Fontanar surgieron sus primeros grupos; la profesora con sonrisa franca y carisma inigualable, enseñaba no solo técnicas deportivas, sino también fortaleza y alegría para el alma. Día a día, su grupo crecía, el aire se llenaba con risas y el pulso de los pies sobre la tierra despertaba esperanza.

 

Pero lo que pocos sabían era que la profe Yerliz no solo enseñaba desde la técnica y el corazón, sino que también era una corredora formidable. Con pasos firmes y un espíritu incansable, enfrentaba carreras de 10, 21 y 42  kilómetros, desafiando no solo el terreno, sino también las limitaciones que su cuerpo le imponía.

 

En medio de fuertes tratamientos médicos que muchas veces la dejaban débil, sin energía, y con el cuerpo cansado, ella encontraba la fuerza para levantarse, recuperarse y volver a correr con una determinación ejemplar. Cada kilómetro que recorría era una victoria silenciosa sobre la batalla interna que libraba, un testimonio de que la fuerza del alma puede superar cualquier obstáculo físico.

 En un acto de auténtica valentía y amor por la vida, Yerliz Dalas decidió, tras enfrentar un intenso tratamiento médico que había debilitado considerablemente su cuerpo, prepararse para un desafío que para cualquier corredor es un sueño y un honor: la Maratón de Bogotá 2024.

 

A pesar de las dificultades, con pasos firmes y un espíritu indomable, entrenó con la misma pasión que siempre la caracterizó. Llegó el día, y aunque su cuerpo no tenía la fuerza de antes, corrió cada kilómetro con una entrega y una alegría únicas, gozando intensamente el momento que había anhelado toda su vida.

 

Coronar esa maratón fue mucho más que un triunfo deportivo; fue un símbolo de esperanza, una demostración de que la voluntad y el amor por el sueño pueden vencer cualquier límite físico. Ese título como maratonista se convirtió en uno de los logros más representativos de su vida, un último gran abrazo a su legado y a la inspiración que dejó para todos los que corren tras sus metas.

                                                  Maraton de Bogota 2024

Verla cruzar la meta con esa sonrisa llena de vida y entrega era inspirar a todos no por la velocidad, sino por la valentía de alguien que corre con el corazón íntegro, sin importar las heridas que lleva por dentro.

 

Cuando la vida empezó a encontrar su ritmo después del caos, Yerliz siguió su camino de enseñanza, incursionando en la danza y el zumba. Nuevas melodías y pasos se sumaron a su legado, con grupos de bailarines que se movían al mismo compás de su alegría contagiosa. No abandonó tampoco el atletismo; cada domingo a las 6 de la mañana, en el Éxito de Suba, un grupo unido corría kilómetros y kilómetros por las lomas, como una familia que se acompaña y fortalece en la adversidad.

 

Sin embargo, detrás de aquella sonrisa luminosa y la energía incansable, Yerliz libraba una batalla silenciosa y feroz contra una enfermedad moderna, cruel y desconocida, que limitaba su cuerpo pero no su espíritu. Ni la medicina, ni la esperanza parecían suficientes, y aun así, ella peleó con la valentía de quien no se rinde nunca.

 

Su lucha fue intensa, llena de momentos de dolor, pero también de un amor a la vida que jamás se apagó. Cuando finalmente su cuerpo cedió, dejó atrás un legado que trasciende lo terrenal: la fuerza indómita de una mujer que mostró que, aunque a veces se pierde, la verdadera victoria está en nunca dejar de luchar.

 

Hoy, Suba sigue corriendo, bailando, viviendo con la energía y la sonrisa de Yerliz en cada paso. Su historia es un recordatorio de que la mayor arma contra las adversidades es una sonrisa sincera y un corazón dispuesto a seguir adelante. Porque en la vida, lo que más importa no es cuánto tiempo permanezcamos, sino la huella de esperanza que dejamos en los otros.

 

Yerliz Dalas será siempre un faro de luz, un ejemplo de valentía y de amor inquebrantable por la vida y el deporte. Su espíritu corre libre, allá donde se funden el cielo y la tierra, inspirándonos a vivir con fuerza, con alegría y con una sonrisa que nunca se apaga.


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domingo, 3 de agosto de 2025

La montaña que no perdona, historias y leyendas de la carrera atlética sube Monserrate 2025

 


¡Atención, damas, caballeros, atletas e incrédulos! Agárrense del sofá, que aquí les traigo el más descabellado, jocoso y emotivo relato de la última edición del festival de verano bogotano, donde la alergia de agosto y la mística del cerro de Monserrate se disputan el protagonismo a codazos.

 

Era agosto, ese mes de estornudos, narices irritadas y polen al viento, cuando Bogotá se viste de fiesta... Con bombos, platillos y la promesa de redención, la organización del festival anunció el regreso triunfal de la Carrera Atlética Sube Monserrate, ¡y lo hizo con una jugada digna del siglo pasado: inscripción presencial! Olvídense del caos digital, de los links que se agotan más rápido que el pan caliente y del “refresh” psiquiátrico. Esta vez sí que hubo pantalla, pero de sudor en la frente. Las filas eran largas, sí, pero al menos así uno podía ver al que se colaba y gritarle: “¡Oiga respete la fila no se cole, compañero!”. Y, admitámoslo, esas filas son la verdadera pretemporada del atleta popular bogotano.

 

El día de la carrera se sentía el zumbido en el aire: manillas de colores, chips en los números, al gratín como nos gusta y corredores ansiosos trotando en círculos como perros al ver la correa. Todo muy bonito, muy organizado. Pero, ajá, no contaron con que Monserrate tiene alma propia, y un sentido del humor afiladísimo.

 

Cuando la montaña no quiere, no hay ingeniero ni chip que valga. El sistema tecnológico, que funcionaba tan bien en la prueba, decidió rebelarse. Los organizadores revisando cables, pantallas y hasta rezando en código binario, pero nada. Decían que faltaba revisar el recorrido y unos permisos administrativos, pero la verdad era más profunda: ¡faltaba el visto bueno de la montaña y de los sabios abuelos árboles! Porque en Monserrate, si la montaña no quiere, no sube ni el wifi.

 

Y entonces, en un momento digno de telenovela, la montaña concedió su bendición. Los chips volvieron a la vida y los corredores, en manadas tipo estampida, cruzaron a la zona de salida. El ambiente era de fiesta y nervios: algunos arrancaron a toda velocidad, olvidando ese pequeño detalle de que Monserrate no perdona la arrogancia. La montaña, con humor negro, los puso en su lugar en los primeros 50 metros. ¡Aquí no hay sprint que valga, muchachos!

 

En medio de este espectáculo, brilló la dupla dorada: el legendario Alberto Manrique, conocido como “el escarabajo de la master”, subió los escalones con más destreza que un político bogotano esquivando preguntas incómodas, mientras enseñaba a su hija Sara los secretos del cerro. El truco no era pelear con Monserrate, sino hacerse amigo. “¡Respeta a la montaña y la montaña te premia!”, le decía el papá, entre resoplidos y sonrisas. Sara, digna heredera, igualó el paso y juntos conquistaron el empedrado, dejando al público y a los demás corredores boquiabiertos y tosiendo por la altura.



 

Así, padre e hija cruzaron la meta con estilo, elegancia y, claro, un poco de polen en la nariz. Consiguieron resultados de lujo y demostraron que en la montaña, el talento y la humildad abren cualquier puerta… o sendero.

 

Y colorín colorado, así se vivió una de las mil historias de la Carrera Atlética Sube Monserrate, edición 2025. Eso sí, que no se cumpla la peor leyenda: dicen las malas lenguas que quienes suben en pareja pueden terminar separados. Así que, amigas y amigos, si su relación flaquea, mejor suban solos… ¡Oh Monserrate, montaña de milagros y separaciones!

 

Nos vemos el próximo año… si la montaña quiere.

Resultados haciendo clic en el enlace👇

Resultados oficiales carrera atlética Sube Monserrate 2025

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Diciembre menos natilla, más memoria

  Ah, diciembre. Ese glorioso mes donde Colombia entra en un coma diabético colectivo inducido por la natilla, el buñuelo y el aguardiente...