¡Atención, damas, caballeros, atletas e incrédulos!
Agárrense del sofá, que aquí les traigo el más descabellado, jocoso y emotivo
relato de la última edición del festival de verano bogotano, donde la alergia
de agosto y la mística del cerro de Monserrate se disputan el protagonismo a
codazos.
Era agosto, ese
mes de estornudos, narices irritadas y polen al viento, cuando Bogotá se viste
de fiesta... Con bombos, platillos y la promesa de redención,
la organización del festival anunció el regreso triunfal de la Carrera Atlética
Sube Monserrate, ¡y lo hizo con una jugada digna del siglo pasado: inscripción
presencial! Olvídense del caos digital, de los links que se agotan más rápido
que el pan caliente y del “refresh” psiquiátrico. Esta vez sí que hubo
pantalla, pero de sudor en la frente. Las filas eran largas, sí, pero al menos
así uno podía ver al que se colaba y gritarle: “¡Oiga respete la fila no se cole, compañero!”. Y,
admitámoslo, esas filas son la verdadera pretemporada del atleta popular
bogotano.
El día de la
carrera se sentía el zumbido en el aire: manillas de colores, chips en los números, al gratín como nos gusta y corredores ansiosos trotando en círculos como perros al ver la
correa. Todo muy bonito, muy organizado. Pero, ajá, no contaron con que
Monserrate tiene alma propia, y un sentido del humor afiladísimo.
Cuando la
montaña no quiere, no hay ingeniero ni chip que valga. El sistema tecnológico,
que funcionaba tan bien en la prueba, decidió rebelarse. Los organizadores
revisando cables, pantallas y hasta rezando en código binario, pero nada.
Decían que faltaba revisar el recorrido y unos permisos administrativos, pero
la verdad era más profunda: ¡faltaba el visto bueno de la montaña y de los
sabios abuelos árboles! Porque en Monserrate, si la montaña no quiere, no sube
ni el wifi.
Y entonces, en
un momento digno de telenovela, la montaña concedió su bendición. Los chips
volvieron a la vida y los corredores, en manadas tipo estampida, cruzaron a la
zona de salida. El ambiente era de fiesta y nervios: algunos arrancaron a toda
velocidad, olvidando ese pequeño detalle de que Monserrate no perdona la
arrogancia. La montaña, con humor negro, los puso en su lugar en los primeros
50 metros. ¡Aquí no hay sprint que valga, muchachos!
En medio de este
espectáculo, brilló la dupla dorada: el legendario Alberto Manrique, conocido
como “el escarabajo de la master”, subió los escalones con más destreza que un
político bogotano esquivando preguntas incómodas, mientras enseñaba a su hija
Sara los secretos del cerro. El truco no era pelear con Monserrate, sino
hacerse amigo. “¡Respeta a la montaña y la montaña te premia!”, le decía el
papá, entre resoplidos y sonrisas. Sara, digna heredera, igualó el paso y
juntos conquistaron el empedrado, dejando al público y a los demás corredores
boquiabiertos y tosiendo por la altura.
Así, padre e
hija cruzaron la meta con estilo, elegancia y, claro, un poco de polen en la
nariz. Consiguieron resultados de lujo y demostraron que en la montaña, el
talento y la humildad abren cualquier puerta… o sendero.
Y colorín
colorado, así se vivió una de las mil historias de la Carrera Atlética Sube
Monserrate, edición 2025. Eso sí, que no se cumpla la peor leyenda: dicen las
malas lenguas que quienes suben en pareja pueden terminar separados. Así que,
amigas y amigos, si su relación flaquea, mejor suban solos… ¡Oh Monserrate,
montaña de milagros y separaciones!
Nos vemos el
próximo año… si la montaña quiere.
Resultados haciendo clic en el enlace👇
Resultados oficiales carrera atlética Sube Monserrate 2025
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Gracias super Deivy por su aporte describiendo en su breve resumen lo vivido en esta edición del Ascenso a Monserrate y de paso felicitaciones porque se que dio lo mejor de lo mejor para afrontar este Reto🤝🤝👍👍🙏🙏
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