lunes, 8 de diciembre de 2025

Diciembre menos natilla, más memoria

 



Ah, diciembre. Ese glorioso mes donde Colombia entra en un coma diabético colectivo inducido por la natilla, el buñuelo y el aguardiente. Es la época en la que todos nos amamos, los vecinos que se odian se abrazan (o se lanzan botellas, depende de la hora) y el país parece flotar en una nube de "paz y amor" auspiciada por el tintineo de la prima navideña (si es que la pagan).

Pero, querido lector, lamento ser el Grinch en tu pesebre. Tengo que pedirte que sueltes la maraca un segundo y dejes de tararear "El hijo ausente". Porque diciembre en Colombia no siempre ha sido sinónimo de luces LED y polvorines. Hace casi un siglo, el regalo que "Papá Estado" le trajo a sus hijos no fue un juguete, fue una ráfaga de ametralladora.

El "Merry Christmas" de la United Fruit Company

Hablemos claro. Nos encanta decir que somos el "país más feliz del mundo", pero sufrimos de un Alzheimer selectivo crónico.

Era el 6 de diciembre de 1928. Mientras en otros lugares preparaban la Navidad, en Ciénaga, Magdalena, miles de trabajadores cometieron el "crimen atroz" de pedir cosas tan revolucionarias como: que les pagaran con dinero y no con vales de papel, que tuvieran seguro médico y que los trataran como seres humanos y no como mulas de carga. ¡Qué desfachatez! ¿Verdad?

¿Y qué hizo nuestro glorioso gobierno conservador de la época? ¿Interceder por sus ciudadanos? ¡Por favor! Eso sería muy poco "gente de bien". El gobierno decidió que la prioridad era proteger las ganancias de la United Fruit Company (hoy Chiquita Brands, porque hasta el nombre se lavaron).

El General Cortés Vargas, con el pulso firme de quien defiende la billetera ajena, decidió que la mejor forma de resolver una huelga laboral era a balazos. "¡Fuego!", gritó. Y ahí, en la plaza, entre la multitud donde había mujeres y niños, la "democracia" colombiana mostró los dientes.

La magia de desaparecer muertos

Lo más macabro no fue solo la matanza, sino lo que vino después: el realismo mágico antes de García Márquez.

El parte oficial dijo que hubo nueve muertos. ¡Nueve! Como si se tratara de un accidente de tránsito menor. Los historiadores y la memoria oral hablan de cientos, quizás miles, cuyos cuerpos fueron cargados en los mismos trenes bananeros y lanzados al mar como si fueran fruta podrida.

El gobierno aplicó la vieja confiable: "Aquí no ha pasado nada, circulen". Y funcionó. Durante décadas, nos vendieron la idea de que los huelguistas eran una turba de anarquistas peligrosos que merecían su suerte, mientras la empresa gringa seguía exportando bananos manchados de sangre colombiana.

¿Por qué amargarnos la natilla con esto?

"Pero PEPITO," dirás, "eso pasó hace casi 100 años, deja la intensidad y pásame el arequipe".

Y ahí está el problema, compatriota. El olvido es el abono de la impunidad. Si en Colombia nos pasa lo que nos pasa, es porque tenemos la memoria de un pez dorado.

Recordar la Masacre de las Bananeras no es masoquismo; es defensa personal.

1.       Porque nos recuerda quiénes somos: Un país que a veces ha tratado mejor a los inversionistas extranjeros que a sus propios campesinos.

2.       Porque nos enseña a desconfiar del "Orden": Cuando el "orden" significa callar al que tiene hambre a punta de fusil, eso no es orden, es tiranía disfrazada.

3.       Porque la historia rima: Si cambias "banano" por "palma", "petróleo" o "coca", y "United Fruit" por cualquier otra multinacional o grupo armado, la historia de 1928 se parece sospechosamente a las noticias de las 7:00 p.m. de hoy.

El brindis final

Así que, amigo lector, celebra. Come buñuelo hasta que el colesterol te pida tregua. Baila hasta el amanecer. Pero te invito a hacer un pequeño espacio en tu fiesta.

Cuando levantes la copa este diciembre, haz un brindis silencioso por los olvidados de Ciénaga. Por los que pidieron dignidad y recibieron plomo. Brinda para que la memoria histórica deje de ser un cuento de libros aburridos y se convierta en nuestra herramienta para que, algún día, diciembre sea realmente un mes de paz para todos, y no solo para los que pueden pagarla.

Porque un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla... y francamente, ya hemos tenido suficientes masacres como para querer un bis.

Nota:

"Si nuestra memoria colectiva sufre de amnesia, escuchemos la voz de uno de los que la historia intentó silenciar. Esto fue lo que escribió un obrero en Ciénaga horas antes de la masacre..."

 

Ciénaga, Magdalena

5 de Diciembre de 1928

Bajo un calor que presagia tormenta

A usted, que camina sobre mis huellas cien años después:

Le escribo esto con las manos manchadas. No de sangre todavía, sino de esa "mancha" del guineo que no sale ni con estropajo, esa que se nos mete en los poros y nos marca como propiedad de la Compañía.

Escribo porque tengo un mal presentimiento. He visto cómo nos miran los soldados desde los tejados. No nos miran como a paisanos, nos miran como si fuéramos plaga. Y todo porque tuvimos la osadía de decir "ya no más".

Quiero que sepa, compadre, que no pedíamos el cielo. No pedíamos ser ricos, ni dueños de la finca. Solo pedíamos que nos pagaran con plata de verdad y no con papelitos para gastar en sus propias tiendas. Pedíamos un médico para cuando la fiebre nos tumba, y un techo donde no se nos cuele la lluvia ni las culebras. Pedíamos que nos trataran como gente, no como mulas de carga que se desechan cuando se rompen.

Dicen en los periódicos de Bogotá que somos "anarquistas peligrosos". Pero si usted mira a su alrededor aquí en la plaza, solo verá sombreros vueltiaos, mujeres con sus hijos en brazos y hombres con las manos callosas de tanto machete. Nuestra única arma es la esperanza de que, tal vez, la ley también sea para los pobres.

Si esta noche la cosa se pone fea, si el "orden" del General Cortés Vargas decide callar nuestra hambre a balazos, le pido un solo favor: No nos deje morir dos veces.

La primera muerte nos la darán las balas. La segunda, y la más triste, nos la daría su olvido. Si en su tiempo dicen que aquí "no pasó nada", que fueron nueve revoltosos, o que todo fue un invento... grite usted por nosotros.

Cóma su banano, sí, pero pregunte siempre de dónde viene y a qué costo. Y cuando llegue diciembre, y usted celebre con los suyos, acuérdese de que hubo un diciembre donde nosotros pusimos los muertos para que usted pudiera, quizás, tener derechos que nosotros solo soñamos.

Cuide la memoria, que es lo único que no nos pueden quitar.

Atentamente,

Un cortador de banano cualquiera.

(Que solo quería descansar el domingo).

 



FUENTES DE CONSULTA CLAVE:

  1. Gaitán, J. E. (1929).
    • Título Clave: Debate sobre las bananeras (discurso del 6 de septiembre de 1929).
  2. García Márquez, G. (1967).
    • Título Clave: Cien años de soledad.
  3. Bucheli, M. (2005).
    • Título Clave: Bananas y empresas: la United Fruit Company en Colombia, 1899-2000.
  4. Cortés Vargas, C. (1929).
    • Título Clave: Los sucesos de las bananeras.
  5. Archila Neira, M. (1991).
    • Título Clave: Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945.


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