Ah,
diciembre. Ese glorioso mes donde Colombia entra en un coma diabético colectivo
inducido por la natilla, el buñuelo y el aguardiente. Es la época en la que
todos nos amamos, los vecinos que se odian se abrazan (o se lanzan botellas,
depende de la hora) y el país parece flotar en una nube de "paz y
amor" auspiciada por el tintineo de la prima navideña (si es que la
pagan).
Pero,
querido lector, lamento ser el Grinch en tu
pesebre. Tengo que pedirte que sueltes la maraca un segundo y dejes de tararear
"El hijo ausente". Porque diciembre en Colombia no siempre ha sido
sinónimo de luces LED y polvorines. Hace casi un siglo, el regalo que
"Papá Estado" le trajo a sus hijos no fue un juguete, fue una ráfaga
de ametralladora.
El "Merry Christmas" de la United Fruit
Company
Hablemos
claro. Nos encanta decir que somos el "país más feliz del mundo",
pero sufrimos de un Alzheimer selectivo crónico.
Era
el 6 de diciembre de 1928. Mientras en otros lugares
preparaban la Navidad, en Ciénaga, Magdalena, miles de trabajadores cometieron
el "crimen atroz" de pedir cosas tan revolucionarias como: que les pagaran con dinero y no con vales de papel, que tuvieran seguro médico y que los trataran
como seres humanos y no como mulas de carga. ¡Qué desfachatez!
¿Verdad?
¿Y
qué hizo nuestro glorioso gobierno conservador de la época? ¿Interceder por sus
ciudadanos? ¡Por favor! Eso sería muy poco "gente de bien". El
gobierno decidió que la prioridad era proteger las ganancias de la United Fruit Company (hoy Chiquita Brands, porque hasta
el nombre se lavaron).
El
General Cortés Vargas, con el pulso firme de quien defiende la billetera ajena,
decidió que la mejor forma de resolver una huelga laboral era a balazos. "¡Fuego!", gritó. Y ahí, en la plaza, entre
la multitud donde había mujeres y niños, la "democracia" colombiana
mostró los dientes.
La
magia de desaparecer muertos
Lo
más macabro no fue solo la matanza, sino lo que vino después: el realismo mágico antes de García Márquez.
El
parte oficial dijo que hubo nueve muertos.
¡Nueve! Como si se tratara de un accidente de tránsito menor. Los historiadores
y la memoria oral hablan de cientos, quizás miles, cuyos cuerpos fueron
cargados en los mismos trenes bananeros y lanzados al mar como si fueran fruta
podrida.
El
gobierno aplicó la vieja confiable: "Aquí no ha pasado nada,
circulen". Y funcionó. Durante décadas, nos vendieron la idea
de que los huelguistas eran una turba de anarquistas peligrosos que merecían su
suerte, mientras la empresa gringa seguía exportando bananos manchados de
sangre colombiana.
¿Por qué amargarnos la natilla con esto?
"Pero
PEPITO," dirás, "eso pasó hace casi 100
años, deja la intensidad y pásame el arequipe".
Y
ahí está el problema, compatriota. El olvido es el abono de la impunidad. Si en
Colombia nos pasa lo que nos pasa, es porque tenemos la memoria de un pez
dorado.
Recordar
la Masacre de las Bananeras no es masoquismo; es defensa
personal.
1.
Porque nos recuerda
quiénes somos: Un país que a veces ha tratado mejor
a los inversionistas extranjeros que a sus propios campesinos.
2.
Porque nos enseña a
desconfiar del "Orden":
Cuando el "orden" significa callar al que tiene hambre a punta de
fusil, eso no es orden, es tiranía disfrazada.
3.
Porque la historia
rima: Si cambias "banano" por
"palma", "petróleo" o "coca", y "United
Fruit" por cualquier otra multinacional o grupo armado, la historia de
1928 se parece sospechosamente a las noticias de las 7:00 p.m. de hoy.
El brindis final
Así
que, amigo lector, celebra. Come buñuelo hasta que el colesterol te pida
tregua. Baila hasta el amanecer. Pero te invito a hacer un pequeño espacio en
tu fiesta.
Cuando
levantes la copa este diciembre, haz un brindis silencioso por los olvidados de
Ciénaga. Por los que pidieron dignidad y recibieron plomo. Brinda para que la memoria histórica deje de ser un cuento de libros
aburridos y se convierta en nuestra herramienta para que, algún día, diciembre
sea realmente un mes de paz para todos, y no solo para los
que pueden pagarla.
Porque
un pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla... y francamente,
ya hemos tenido suficientes masacres como para querer un bis.
Nota:
"Si
nuestra memoria colectiva sufre de amnesia, escuchemos la voz de uno de los que
la historia intentó silenciar. Esto fue lo que escribió un obrero en Ciénaga
horas antes de la masacre..."
Ciénaga,
Magdalena
5
de Diciembre de 1928
Bajo
un calor que presagia tormenta
A
usted, que camina sobre mis huellas cien años después:
Le
escribo esto con las manos manchadas. No de sangre todavía, sino de esa
"mancha" del guineo que no sale ni con estropajo, esa que se nos mete
en los poros y nos marca como propiedad de la Compañía.
Escribo
porque tengo un mal presentimiento. He visto cómo nos miran los soldados desde
los tejados. No nos miran como a paisanos, nos miran como si fuéramos plaga. Y
todo porque tuvimos la osadía de decir "ya no más".
Quiero
que sepa, compadre, que no pedíamos el cielo. No pedíamos ser ricos, ni dueños
de la finca. Solo pedíamos que nos pagaran con plata de verdad y no con
papelitos para gastar en sus propias tiendas. Pedíamos un médico para cuando la
fiebre nos tumba, y un techo donde no se nos cuele la lluvia ni las culebras.
Pedíamos que nos trataran como gente, no como mulas de carga que se desechan
cuando se rompen.
Dicen
en los periódicos de Bogotá que somos "anarquistas peligrosos". Pero
si usted mira a su alrededor aquí en la plaza, solo verá sombreros vueltiaos,
mujeres con sus hijos en brazos y hombres con las manos callosas de tanto
machete. Nuestra única arma es la esperanza de que, tal vez, la ley también sea
para los pobres.
Si
esta noche la cosa se pone fea, si el "orden" del General Cortés
Vargas decide callar nuestra hambre a balazos, le pido un solo favor: No nos deje morir dos veces.
La
primera muerte nos la darán las balas. La segunda, y la más triste, nos la
daría su olvido. Si en su tiempo dicen que aquí "no pasó nada", que
fueron nueve revoltosos, o que todo fue un invento... grite usted por nosotros.
Cóma
su banano, sí, pero pregunte siempre de dónde viene y a qué costo. Y cuando
llegue diciembre, y usted celebre con los suyos, acuérdese de que hubo un
diciembre donde nosotros pusimos los muertos para que usted pudiera, quizás,
tener derechos que nosotros solo soñamos.
Cuide
la memoria, que es lo único que no nos pueden quitar.
Atentamente,
Un
cortador de banano cualquiera.
(Que
solo quería descansar el domingo).
FUENTES DE CONSULTA CLAVE:
- Gaitán, J. E. (1929).
- Título Clave: Debate
sobre las bananeras (discurso del 6 de
septiembre de 1929).
- García Márquez, G. (1967).
- Título Clave: Cien
años de soledad.
- Bucheli, M. (2005).
- Título Clave: Bananas
y empresas: la United Fruit Company en Colombia, 1899-2000.
- Cortés Vargas, C. (1929).
- Título Clave: Los
sucesos de las bananeras.
- Archila Neira, M. (1991).
- Título Clave: Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945.

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