viernes, 31 de octubre de 2025

El espejo de Obsidiana y la ofrenda al Dios del tiempo perdido.

 


Por el cronista del Cempasúchil (relatos del inframundo florido)

Hay noches en que el velo entre mundos se vuelve tan delgado como un pétalo de cempasúchil. La noche del 1 y 2 de noviembre no es una simple fecha; es un puente. Un milagro tejido con la fe de dos mundos: la sabiduría ancestral de Mesoamérica y la mística peregrinación de la fe europea.

El aire se impregna del aroma a incienso de copal, a tierra recién removida y, sobre todo, a los recuerdos eternos. Esta es la noche en que el amor es el único lazo lo suficientemente fuerte como para cruzar el infinito.


La gran odisea, el Mictlán y el Xoloitzcuintle

Antes de que el tiempo se midiera con calendarios europeos, los antiguos creían que la muerte era solo el inicio de una gran odisea. Para los mexicas, las almas debían emprender un viaje de cuatro años a través del temido Mictlán, la morada de Mictecacíhuatl (la Dama de la Muerte).

·         El río Apanohuacalhuia: El viaje comenzaba al cruzar un vasto río. Pero nadie viaja solo: un noble compañero, el Xoloitzcuintle (el perro guía sin pelo), esperaba pacientemente. Solo las almas que fueron bondadosas con los perros en vida podían subir a su lomo para ser transportadas a través de las aguas bravas.

·         Las pruebas y la ofrenda: Los difuntos debían sortear montañas de obsidiana y vientos helados. Su única ayuda era la ofrenda de los vivos: el agua les daba fuerza, las mantas calor, y la comida les permitía superar la eternidad hasta su destino final.

·         El sincretismo de Fe: Con la llegada de los barcos, las fechas de la Fiesta Grande de los Ancestros (prehispánica) se fusionaron con el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos (católicos), creando la maravillosa coincidencia que permite a los vivos honrar a sus muertos bajo el mismo cielo.


La leyenda de la flor dorada: Xóchitl y Huitzilin

El elemento más mágico, la Flor de Cempasúchil (o flor de veinte pétalos), tiene su propia leyenda de amor eterno, que explica por qué su color naranja encendido es el único que puede guiar a las almas.

Cuentan que dos jóvenes, Xóchitl y Huitzilin, se amaban y ofrecían flores al dios Sol, Tonatiuh. Cuando Huitzilin murió en batalla, Xóchitl rogó al Sol que la reuniera con él. Tonatiuh, conmovido, la transformó en una flor tan brillante como el sol mismo. Instantes después, un colibrí (la reencarnación de Huitzilin) se posó sobre la flor.

Al tocarla, la flor se abrió con su intenso color dorado. Desde entonces, el rastro luminoso y el perfume del cempasúchil se convierten en el sendero mágico que une el mundo de los vivos con el Mictlán, asegurando el regreso de los amados.

 


 

🏃 La Leyenda de los Corredores perdidos, almas engañadas

 


Existe, sin embargo, una historia más reciente y melancólica, un eco trágico que se cierne sobre las grandes ciudades. Es la leyenda de las almas engañadas por la meta de Obsidiana.

Se cuenta que un espíritu menor, celoso de la energía vital, ha descubierto una nueva y sutil forma de atraer a las almas llenas de vigor: aquellas que corren con el único fin de superar el tiempo y la distancia en grandes maratones.

·         El engaño del espejo: Estas almas, inmersas en la euforia de la competencia, corren sin mirar el camino espiritual, solo la línea final. El espíritu maligno se materializa, a pocos metros de la meta del maratón, como un espejo de obsidiana. Este espejo refleja la visión de la "Gloria Cumplida" y el "Récord Superado", una visión tan poderosa que el alma se separa del cuerpo para alcanzarla antes de que el cuerpo mismo cruce la línea.

·         La tarea del Cempasúchil: Atrapados por este espejismo de orgullo, los corredores caen justo antes de completar su hazaña terrenal. Sus sueños quedan inconclusos, convertidos en una carga dolorosa que llevan al Mictlán. Estas son las almas más difíciles de guiar. El Cempasúchil debe arder con más intensidad en el altar familiar, pues estas almas están confundidas, buscando la cinta de meta en lugar de su hogar.

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 El milagro se repite

Cada año, cuando las velas se encienden, el humo del copal se eleva y el aroma del Pan de Muerto inunda el aire, la magia ocurre. No es solo un recuerdo, sino una reunión.

La tradición nos enseña que los muertos no están lejos, solo están de viaje. Y por una noche, guiados por el olor de su comida favorita y el fulgor de la flor, regresan a casa. Es la prueba mística de que la vida y la muerte son solo dos pasos en un mismo camino.


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