Por el cronista del Cempasúchil
(relatos del inframundo florido)
Hay
noches en que el velo entre mundos se vuelve tan delgado como un pétalo de cempasúchil. La noche del 1 y 2 de noviembre no es una
simple fecha; es un puente. Un milagro tejido con la fe
de dos mundos: la sabiduría ancestral de Mesoamérica y la mística peregrinación
de la fe europea.
El
aire se impregna del aroma a incienso de copal, a tierra
recién removida y, sobre todo, a los recuerdos eternos.
Esta es la noche en que el amor es el único lazo lo suficientemente fuerte como
para cruzar el infinito.
La gran odisea, el Mictlán y el Xoloitzcuintle
Antes
de que el tiempo se midiera con calendarios europeos, los antiguos creían que
la muerte era solo el inicio de una gran odisea. Para los mexicas, las almas
debían emprender un viaje de cuatro años a través del temido Mictlán, la morada de Mictecacíhuatl (la
Dama de la Muerte).
·
El río
Apanohuacalhuia: El viaje comenzaba al cruzar un
vasto río. Pero nadie viaja solo: un noble compañero, el Xoloitzcuintle (el perro guía sin pelo), esperaba
pacientemente. Solo las almas que fueron bondadosas con los perros en vida
podían subir a su lomo para ser transportadas a través de las aguas bravas.
·
Las pruebas y la ofrenda: Los difuntos debían sortear montañas de obsidiana
y vientos helados. Su única ayuda era la ofrenda de los
vivos: el agua les daba fuerza, las mantas calor, y la comida les permitía
superar la eternidad hasta su destino final.
·
El sincretismo de
Fe: Con la llegada de los barcos, las
fechas de la Fiesta Grande de los Ancestros (prehispánica) se
fusionaron con el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos (católicos), creando la
maravillosa coincidencia que permite a los vivos honrar a sus muertos bajo el
mismo cielo.
La leyenda de la flor dorada: Xóchitl
y Huitzilin
El
elemento más mágico, la Flor de Cempasúchil
(o flor de veinte pétalos), tiene su propia leyenda de amor eterno, que explica
por qué su color naranja encendido es el único que puede guiar a las almas.
Cuentan
que dos jóvenes, Xóchitl y Huitzilin, se amaban y ofrecían flores al dios Sol,
Tonatiuh. Cuando Huitzilin murió en batalla, Xóchitl rogó al Sol que la
reuniera con él. Tonatiuh, conmovido, la transformó en una flor tan brillante
como el sol mismo. Instantes después, un colibrí (la reencarnación de
Huitzilin) se posó sobre la flor.
Al
tocarla, la flor se abrió con su intenso color dorado. Desde entonces, el rastro luminoso y el perfume del
cempasúchil se convierten en el sendero mágico que
une el mundo de los vivos con el Mictlán, asegurando el regreso de los amados.
🏃 La Leyenda de los Corredores perdidos, almas engañadas
Existe,
sin embargo, una historia más reciente y melancólica, un eco trágico que se
cierne sobre las grandes ciudades. Es la leyenda de las almas engañadas por la meta de Obsidiana.
Se
cuenta que un espíritu menor, celoso de la energía vital, ha descubierto una
nueva y sutil forma de atraer a las almas llenas de vigor: aquellas que corren
con el único fin de superar el tiempo y la distancia en
grandes maratones.
·
El engaño del espejo: Estas almas, inmersas en la euforia
de la competencia, corren sin mirar el camino espiritual, solo la línea final.
El espíritu maligno se materializa, a pocos metros de la meta del maratón, como
un espejo de obsidiana. Este espejo refleja la visión de
la "Gloria Cumplida" y el "Récord Superado", una visión tan
poderosa que el alma se separa del cuerpo para alcanzarla antes de que el
cuerpo mismo cruce la línea.
·
La tarea del
Cempasúchil: Atrapados por este espejismo de
orgullo, los corredores caen justo antes de completar su hazaña terrenal. Sus
sueños quedan inconclusos, convertidos en una carga dolorosa que llevan al
Mictlán. Estas son las almas más difíciles de guiar. El Cempasúchil debe arder con más intensidad en el altar
familiar, pues estas almas están confundidas, buscando la cinta de meta en
lugar de su hogar.
·
El milagro se repite
Cada
año, cuando las velas se encienden, el humo del copal se eleva y el aroma del
Pan de Muerto inunda el aire, la magia ocurre. No es solo un recuerdo, sino una
reunión.
La
tradición nos enseña que los muertos no están lejos, solo están de viaje. Y por
una noche, guiados por el olor de su comida favorita y el fulgor de la flor,
regresan a casa. Es la prueba mística de que la vida y la muerte son solo dos
pasos en un mismo camino.
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