viernes, 17 de enero de 2025

La Escombrera entre la memoria y el olvido, un desecho colectivo

 


En lo alto de la Comuna 13 de Medellín, donde la esperanza parece ser un lujo que pocos pueden permitirse, se erige un monumento al olvido: La Escombrera. Más que un vertedero de escombros, este lugar es el recordatorio tangible de cómo Colombia ha logrado hacer malabares con su historia, balanceando el peso de sus desaparecidos sobre toneladas de concreto y silencio.

Un cementerio sin cruces ni nombres

La Escombrera, nos dicen, podría albergar los restos de cientos de personas desaparecidas durante la operación militar "Orión" en 2002, un "acto de limpieza" que, irónicamente, ensució la memoria de la Comuna 13 con sangre. Pero, ¡qué importa! En un país donde las cifras importan más que las personas, este vertedero no es más que otra estadística en el inventario del horror.

Algunos dirán que las autoridades hicieron su parte: buscaron, escarbaron y no encontraron. Y es que, claro, ¡vaya sorpresa! Pretender encontrar cuerpos humanos bajo toneladas de escombros acumulados durante décadas es como buscar una aguja en un pajar... solo que aquí, el pajar también está lleno de negligencia institucional y promesas rotas.

Los medios y su "escombrerismo"

Los medios de comunicación, esos intrépidos exploradores de la tragedia, también han hecho su aporte. Primero ignoraron La Escombrera, porque, aceptémoslo, el morbo vende más cuando está fresco, y los desaparecidos ya estaban demasiado "pasados de moda" para el titular de turno. Luego, cuando las excavaciones comenzaron, algunos medios decidieron cubrirlo con el mismo entusiasmo con el que un adolescente hace su tarea: lo justo para pasar el examen.

Por supuesto, también hubo quienes llegaron con drones y gráficas impactantes, contando historias desgarradoras entre comerciales de detergente. Pero, ¿y la investigación de fondo? Bien, gracias. Lo importante es capturar la "emoción" del momento, preferiblemente con una mágica música de fondo que haga llorar a la audiencia, para que cambien de canal con el alma "concienciada".

El papel de las cuchas: guardianas de la memoria

En medio de esta maraña de indiferencia y olvido, las cuchas, esas madres y mujeres mayores de la Comuna 13, se han convertido en las verdaderas heroínas de esta historia. Ellas son quienes, con fotografías descoloridas y pancartas hechas a mano, mantienen viva la memoria de sus hijos y familiares desaparecidos. Su papel es fundamental:

  • Portadoras de la verdad: Las cuchas han preservado los relatos de lo ocurrido, convirtiéndose en las narradoras indispensables de esta tragedia.
  • Líderes incansables: Han liderado marchas, vigilias y procesos legales para exigir justicia, enfrentando no solo la negligencia estatal, sino también el peligro de ser silenciadas.
  • Voceras de las víctimas: En una sociedad que prefiere olvidar, estas mujeres alzan su voz para que nadie cierre los ojos ante la verdad.

Su lucha es un acto de amor y resistencia que desafía la indiferencia de un país acostumbrado a enterrar su pasado bajo capas de concreto y desidia.

Un país maestro en el arte de tapar huecos

Colombia tiene un talento envidiable para tapar huecos, literal y metafóricamente. Los baches de las carreteras se llenan con la misma precariedad con la que se pretende sellar las grietas de nuestra memoria histórica. La Escombrera es solo un ejemplo más de cómo manejamos los problemas: si no puedes verlo, no existe. Y si existe, asegúrate de que sea tan complicado de abordar que nadie quiera intentarlo.

Las víctimas: entre la resistencia y la resignación

Mientras tanto, las familias de las víctimas siguen clamando por justicia, convirtiendo cada día en una batalla contra la burocracia y el olvido. Su dolor es real, pero también lo es su resistencia. Son ellas quienes llevan a cuestas el peso de la memoria colectiva, mientras el resto del país observa, indiferente, desde la comodidad de sus sofás.

El monumento que nunca quisimos

La Escombrera debería convertirse en un lugar de memoria, no porque nos guste recordar, sino porque es lo que menos nos gusta hacer. Sería un recordatorio de nuestra incapacidad para lidiar con nuestro pasado, de cómo preferimos sepultar la verdad bajo capas de olvido.

Pero, siendo realistas, es más probable que sigamos apilando escombros, tanto físicos como simbólicos. Porque en Colombia, el olvido no es solo una consecuencia; es una política.

El escombrero nacional

La Escombrera no es solo un lugar, es una metáfora perfecta de cómo manejamos nuestras tragedias: las ocultamos, las enterramos y seguimos adelante, esperando que nadie pregunte demasiado. Quizá sea hora de cambiar eso. Quizá sea hora de aprender que los escombros de nuestra historia no se pueden barrer bajo la alfombra.

Por ahora, seguimos siendo un país experto en enterrar sus verdades... y en construir monumentos al olvido.

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